Si creía que con la Carrera de la Mujer lo había visto todo en cuanto a solidaridad, evidentemente, estaba equivocadísima.
En ocasiones como ésta, me encanta reconocerme equivocada.
Si entonces dije que
había que vivirla para entenderla cuando hablaba de la carrera, ahora no tengo
palabras todavía para describir lo que fue la Marató de TV3.
Ni tan siquiera sé si
quiero intentar rebuscar, más allá de lo obvio, para dar forma a todas las sensaciones
que viví allí dentro durante las cuatro horas duró nuestro turno.
Nos
convertimos por unas horas en telefonistas de esta gran fiesta. Aquí empieza
nuestra aportación a la causa.
19,30h - Plaza de España,
recinto ferial. Llegamos con tiempo suficiente de acomodarnos y ver cómo
funciona esto. Es el primer año que participo, estoy nerviosa.
20,00h - Refrigerio de
bienvenida. Madre mía, que grande es esto! Han habilitado un guardarropía inmenso
que ya lo querrían muchas discotecas de la ciudad y un comedor o algo parecido
a un bar, llenito de bocadillos buenísimos, bolsas de patatas fritas, fruta,
pastitas dulces, refrescos y cafés. Voluntarios convertidos en camareros están al
frente de este festín. El montaje es espectacular.
El buen rollito se
respira en cada rincón de este espacio, en cada rostro, en cada gesto. Las
edades son muy diversas, desde una cría con su mayoría de edad recién estrenada,
hasta el señor sexagenario dispuesto a dar lo mejor de sí mismo. En cada mirada
que te cruzas con cualquier desconocido hay una complicidad muy bien entendida.
Todos hemos venido para aportar nuestro granito de arena, una vez más todos
juntos en la lucha incesante contra el cáncer.
21,00h – Empieza nuestro
turno. Entramos a una gran sala con muchísimas mesas pegaditas unas a otras, en
cada mesa un teléfono, una botellita de agua y los impresos para las aportaciones.
No sé por qué narices estoy tan nerviosa, pero es un hecho, lo estoy.
De todas formas no sé
explicar lo que se siente al entrar aquí adentro. Aquí se respira alegría, si alguna
vez tuviera que describir el aroma de la alegría éste sería un buen ejemplo.
Los teléfonos empiezan a
sonar. Las conversaciones son dicharacheras, amables, dulces y cortitas.
Esto empieza a ser una
locura, hablo con alguien que me da sus datos para la aportación, a la vez oigo
como suenan los otros teléfonos, a la vez oigo hablar a mi compañera que tengo
en la mesa de al lado y, de vez en cuando, a la vez se oyen aplausos espontáneos
de alguna aportación que se sale de “lo normal”.
Los donativos van desde
un euro a mil o dos mil o más. Las voces del otro lado de la línea son desde
niños hasta abuelos. La señora más mayor que atiendo yo, me cuenta que tiene
noventa y seis años, el niño más pequeño no tendría más de diez.
La noche va transcurriendo
en este ambiente tan emotivo y las llamadas llegan desde cualquier rincón de Cataluña,
algunas llegan de pueblecitos que jamás oí nombrar. Esta es mi tierra y así es
mi gente!
01,00h – El programa ha
terminado pero los teléfonos siguen sonando. Me duele la oreja de tener pegado
el teléfono a ella y empiezo a notar el cansancio. Mañana sonará el despertador
prontito pero es que no me quiero marchar aun. La sala se vacía, el ruido va
cesando y las luces se apagan, esto se acaba.
Hemos batido un nuevo record,
más de diez millones de euros aportados a la lucha contra el cáncer.