lunes, 14 de abril de 2014

Cubelles, prepárate, que voy para allá!



Existe un lugar donde la vida camina despacito y sus gentes pasean por las calles distraída y jovialmente. 

Un lugar donde el reloj descansa olvidado en algún cajón y parece que ni el móvil se atreve a sonar. 

Un espacio de paz, apartado del alboroto cotidiano, al que tengo ganas de llegar.  


Me apetece mucho que el murmullo del mar me dé los buenos días en amaneceres con encanto, y que la quietud de la playa me arrope mientras olvido las prisas diarias, los madrugones y los agobios cotidianos.

Y, por todo ello, estoy preparando una maleta para trasladarme a este lugar que considero paradisíaco.

En ella, en la maleta, llevaré un libro de Bucay que leeré en las tardes de playa, música para amenizar noches de conversaciones tranquilas, un cuaderno para escribir sensaciones y un bikini para tomar el sol.

Huiré de lo impersonal del ordenador, apagaré el móvil todo el tiempo que sea posible y descansaré de wasaps y de redes sociales, abandonaré el despertador y los horarios encorsetados.

Llevaré, por supuesto, mis bambas para salir a correr a primera hora de la mañana y aparcaré los tacones, algo que mis pies, seguramente,  agradecerán  J.

Cambiaré maquillajes por cremas solares y vestidos por ropa cómoda.

Me voy, sí, me marcho a un lugar con sabor a verano, de contrastes coloridos y con aroma a arena mojada y a sal. Allí donde el sol calienta unas playas familiares y chiquititas, y donde la luna, cada noche, refleja sobre el mar su belleza plateada.

Así que ya os lo he contado, queriendo desconectar de aquí, me marcho a descansar y a relajarme, voy a conectar con la calma y con la tranquilidad. Por lo que Cubelles, prepárate, que voy para allá!