Adiós
año viejo que estás a punto de desaparecer de nuestro entorno.
Particularmente
tengo muchas ganas de despedirte porque en las últimas carreras, en los últimos
apretones y los últimos sobresaltos me has dejado bien agotada.
Ya sé que tu misión es esa
precisamente, sorprenderme, voltearme, despeinarme, hacer de tu paso por mi
vida un tiempo inigualable, pero te has pasado un pelín eh, vaya esto por
delante…
Así
que a tu entierro voy a llevar todas las horas feas y todos los días inútiles,
siempre irrecuperables, que no valieron la pena. Llevaré lo absurdo de todas y
cada una de las discusiones que a ninguna parte me llevaron y de las que podía
haber prescindido; las noches de insomnio en las que batallé contra fantasmas que
tantas veces me ganaron la partida y me fastidiaron el sueño y todas aquellas
horas muertas en espera de resoluciones que auguraran esperanza allí donde había
perdido toda la fe.
Todo
ello lo enterraré contigo justo cuando las campanadas del reloj anuncien tu
irreversible muerte y el inmediato nacimiento de tu sucesor.
De
todas formas durante tu reinado también viví momentos inolvidables y
maravillosos que ya son míos y esos no los cambio por nada de este mundo.
Me
refiero a aquellos días de colores en entrañables reuniones familiares que
quedarán grabadas en los corazones de todos los que las vivimos. A todas las
risas que eché con mis amig@s y a la manera tan dulce de cómo me tomaron de la
mano cada vez que parecía desfallecer.
Me guardaré,
para mí, los instantes llenos de magia que saboreé minuto a minuto tal y como
llegaron. Hablo, por ejemplo, de aquellos mediodías tertulianos del puerto
olímpico o de los infinitos paseos por el barrio Gótico, del lujo que supuso
vivir una noche de ópera en el Liceo y también, cómo no, de todas aquellas
tardes de cervecitas en el chino. Recuerdos, todos ellos, que me hacen sonreír
tontorronamente cada vez que los revivo.
Son
mías ya todas las tardes de los conciertos caseros de Malú que fuimos
improvisando hasta llegar a vivir el súper concierto del Palau Sant Jordi y
otro concierto llegado por sorpresa para ver a Alejandro Sanz. La fiesta de una
boda maravillosa que duró todo un fin de semana y una super noche noche de
teatro, regalo de cumpleaños, donde el único objetivo del regalo era desconectar
un poquito de la rutina y hacerme reír. Gracias, cariñetes, por tanto amor!
Y
finalmente para ti, año que vas a nacer ya mismo, voy a ir escribiéndote una
lista de deseos que colgaré, no en la puerta del frigorífico, sino en algún recoveco
de mí ser, para que no se esfume en el transcurso del tiempo que vendrá.
Apunta,
Año Nuevo, que empiezo con la lista. Durante tu reinado deseo aquello de dejar
de fumar y hacer bastante más ejercicio. Hacer algo de dieta o por lo menos
intentar comer más sano en pro a estabilizar una báscula que parece haberse
vuelto en mi contra. Estudiar, pero estudiar de verdad, que cuando quiera darme
cuenta estaré de exámenes y luego vendrán las lamentaciones. Y dormir, deseo
conseguir dormir por lo menos ocho horas todos los días poniéndome como hora
tope la media noche para acostarme, cosa que no estoy haciendo ahora mismo que
el reloj de mi cocina marca la una y media de la madrugada ya. Escribir más en
el blog, jolin, con lo que me gusta escribir y el poquito tiempo que le estoy
dedicando. Y alguna cosa más que ahora mismo no me viene a la memoria pero que
seguro debería tenerla en cuenta y apuntaré en cuanto la recuerde.
Bah!
Al final ya veo que colgaré tu lista nuevamente en la puerta del frigorífico y,
tal vez, en un par de meses se habrá esfumado misteriosamente. Quién sabe, a lo
mejor, en esta ocasión aparezca junto a la del año que nos deja y que perdí
también, aunque sólo sea para hacerme ver que deseé las mismas cosas y que
tampoco las cumplí.
Así
que, sin más dilación, enterraré entre uvas y campanadas este año que se muere
y con una copita de cava en las manos brindaré por el que nace y que seguro
llegará con esa ilusión ingenua de quien lo tiene todo por descubrir.
Adiós
Año Viejo, hola Año Nuevo.
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