Las
redes sociales, en cualquiera de sus formas, han cambiado nuestra manera de
relacionarnos. Unos dicen que para bien, otros que para mal. Hay quien no puede
(y me incluyo en este porcentaje) vivir sin ellas y hay quien, aun resistiéndose,
poquito a poquito van entrando en esta espiral extraña.
Primero
fue el facebook, valiente descubrimiento!
De
repente te acuerdas de alguien, recuerdas nombre y apellido, vas al face y,
zas!, allí está…..y así empieza un festival de emociones del que podría hablar
hasta el agotamiento pero mejor lo dejaré para otro post, que en este voy con
otra cosa.
Pues
a ese gran descubrimiento le siguió el WhatsApp (en adelante wasap, que me
cuesta ponerle la H, la T o la S correctamente, sí, sí, así de vaga soy J )
Un
día llega el wasap a nuestras vidas y transforma nuestra comunicación. Aunque
me gusta pensar que amplía la comunicación más que transformarla, cierto es que
la palabra adecuada es la transformación.
A
veces recuerdo con nostalgia cuando todo esto no existía y, por ejemplo, las
cartas manuscritas viajaban por correo ordinario hasta llegar a ti, ibas un día
al buzón y allí estaba tu carta. Tengo unas cuantas de esas guardadas con tanto
cariño….
Hoy
las únicas cartas que se reciben son las de las facturas a pagar, las de los
bancos, alguna multa y mucha-mucha publicidad.
¿Ha
caducado esta forma de comunicación? Desde aquí, y encantándome todo este rollo
de las redes sociales, me reconozco una enamorada del papel y de las palabras
manuscritas. Afortunadamente soy de las que todavía, en alguna ocasión, he recibido alguna
carta escrita a mano que, después de leerla, he guardado con mimo en mi cajita de
los recuerdos.
Pero
volviendo al wasap, estoy apuntada, en estos momentos, en un montón de grupos.
Todos ellos diferentes. Grupos de trabajo, de amigos, de la asociación, de
familia. Grupos de personas diferentes con las que me relaciono, donde podemos
hablar de chorraditas o podemos contar algo que nos preocupa sabiendo que las
respuestas no se harán esperar. Todo esto ocurre en tiempo real, una conexión instantánea
que te acerca en un plis a quien buscas. La verdad es que engancha, hay que
reconocerlo!
Que
quieres quedar para hacer una barbacoa con unos amigos, pues creas un grupo, lo
bautizas con un nombre, incluyes en él todo aquel que vaya a ir y empieza la
comunicación. Nadie llama a nadie, no hace falta, la cita empieza a tomar
forma, los detalles se ultiman por escrito, entonces el día acordado, a la hora
prevista, todos llegan y empieza la fiesta. A ver si no es molón el wasap!
Y
después vienen las conversaciones privadas, esas conversaciones infinitas en el
tiempo que cuando empiezan ya no tienen fin. Empiezan con un -buenos días- y
finaliza con el -buenas noches- y en medio de eso tu cotidianidad compartida, no
puedes pasarte el día llamándote pero sí puedes ir charrando a ratitos por
escrito y sentir así la proximidad de quienes te importan.
El
wasap ha conseguido que mantengas un contacto más cercano y, aunque ha
arrinconado a otras formas de comunicación, hay que reconocer que se ha colado
en nuestras vidas y que ha llegado para quedarse.
Así
que hoy, puesto que mi cuenta iba a caducar si no pagaba, no me la he jugado,
he pagado, no quiero prescindir de esta modernidad aunque a ratos reivindique
todo lo contrario. Me gusta el wasap, ya no sé vivir sin él, me gusta y mucho!!
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