Mi padre era un gran tipo.
De mirada curiosa y corazón ardiente, de paso firme y naturaleza alegre, una de
esas personas que dejaba huella a su paso, allá por donde caminara.
Mi padre era una fiesta
constante, una risa asegurada, un amor incondicional. De lágrima fácil, enamorado
de la vida y amante de sensaciones intensas.
Mi padre era medio bajito,
de cabellos canosos y bigote prominente, de botines marrones y tejanos anchos,
de cigarrillo en mano y de coche hasta para ir a comprar el pan, de -pá qué ir
andando teniendo un coche en la puerta-, de trabajar para vivir y no vivir para
trabajar.
Mi padre era pura esencia
de Mateo, único, inimitable, indiscutible. Divertido, nostálgico, miedoso y
escrupuloso. Noctámbulo, muy amigo de prácticamente todo el mundo. Sincero,
pasional, un polvorín, un puro terremoto.
Mi padre era un gran tipo que
sabía que en la cresta de la ola no se puede estar siempre, y que –Celia, yo no
lo veré ya, pero un día me acabarás dando la razón y entenderás que la ola
sieeeempreee baja y vuelve al suelo, aunque me encanta que sigas defendiendo
esa quimera-
Mi padre era una guitarra y
una canción, un aroma de Paco Rabanne, un pijama para estar por casa y un
montón de buhitos traídos de cualquier parte del mundo reposando en la vitrina
del salón. Aquel Citroen rojo con el que viajamos a Italia un verano de mi
niñez, la cartera escondida en el tobillo sujeta al calcetín porque nunca sabes cuándo van a
intentar robarte y los autos de choque de las Atracciones Caspolino en Gala
Placidia los sábados por la mañana. Era un escenario, un mago, un artista, el
estallido de un aplauso, la vibración de un público en pie.
Mi padre era un gran tipo.
Mi talón de Aquiles, el espejo en el que me miraba, el guardián de mis
secretos, mis conversaciones más auténticas, mi amigo. El que tomaba mi mano, el que besaba mi alma.
Mi padre era la llamada
telefónica de cada noche, el que me recordaba que empezaba mi programa
favorito, el que me preguntaba -Qué me cuentas- y la conversación brotaba de la
nada, el que me decía -cuándo nos vemos que hace añares que te echo de menos-
(y nos habíamos visto hacía un par de días). El que se deshacía por un beso
mío, el que me decía todos los días –Te quiero cariño-
Mi padre era un gran tipo
al que echo de menos tantísimo, al que amo con locura. Mi padre es también esa parte
de mí que ha quedado huérfana y triste, es mi orgullo, mi casta, mi ser. Mi
padre es la huella que llevaré en mi corazón todos y cada uno de los días que
viva, mi pasado, mi carácter, mi esencia. Todo eso era y es mi padre. Y este
domingo él no estará y yo, de alguna manera, tampoco.
De las últimas fotos que hicimos, la más bonita, el más guapo! |
Feliz Día del Padre por adelantado
a todos, y finalizo poniendo distancia a esta festividad que ha dejado de tener
sentido para mí.
Te quiero Papá!
Así es Celia, cuando perdemos quien estuvo siendo nuestra guía, nos quedamos, añorando nuestros instantes. Alimentamos esas imágenes para que queden grabadas en nuestro recuerdo. Es toda la esencia que a toda costa deseamos mantener, para que de alguna forma, siga estando un poco con nosotros. Cuando se dice de la más absoluta calma, es cuando nos creemos de verdad que ya no estará más con nosotros...
ResponderEliminarGracias por tus palabras y por pasearte por este rinconcito de sentimientos expresados a través de las letras.
EliminarUn abrazo