martes, 18 de diciembre de 2012

La Marató TV3, así lo vivimos nosotras

 
 
 

 
Si creía que con la Carrera de la Mujer lo había visto todo en cuanto a solidaridad, evidentemente, estaba equivocadísima.
 
En ocasiones como ésta, me encanta reconocerme equivocada.
 
Si entonces dije que había que vivirla para entenderla cuando hablaba de la carrera, ahora no tengo palabras todavía para describir lo que fue la Marató de TV3.
 
Ni tan siquiera sé si quiero intentar rebuscar, más allá de lo obvio, para dar forma a todas las sensaciones que viví allí dentro durante las cuatro horas duró nuestro turno.
Nos convertimos por unas horas en telefonistas de esta gran fiesta. Aquí empieza nuestra aportación a la causa.
 
 
 
19,30h - Plaza de España, recinto ferial. Llegamos con tiempo suficiente de acomodarnos y ver cómo funciona esto. Es el primer año que participo, estoy nerviosa.
20,00h - Refrigerio de bienvenida. Madre mía, que grande es esto! Han habilitado un guardarropía inmenso que ya lo querrían muchas discotecas de la ciudad y un comedor o algo parecido a un bar, llenito de bocadillos buenísimos, bolsas de patatas fritas, fruta, pastitas dulces, refrescos y cafés. Voluntarios convertidos en camareros están al frente de este festín. El montaje es espectacular.
El buen rollito se respira en cada rincón de este espacio, en cada rostro, en cada gesto. Las edades son muy diversas, desde una cría con su mayoría de edad recién estrenada, hasta el señor sexagenario dispuesto a dar lo mejor de sí mismo. En cada mirada que te cruzas con cualquier desconocido hay una complicidad muy bien entendida. Todos hemos venido para aportar nuestro granito de arena, una vez más todos juntos en la lucha incesante contra el cáncer.
21,00h – Empieza nuestro turno. Entramos a una gran sala con muchísimas mesas pegaditas unas a otras, en cada mesa un teléfono, una botellita de agua y los impresos para las aportaciones. No sé por qué narices estoy tan nerviosa, pero es un hecho, lo estoy.
De todas formas no sé explicar lo que se siente al entrar aquí adentro. Aquí se respira alegría, si alguna vez tuviera que describir el aroma de la alegría éste sería un buen ejemplo.
Los teléfonos empiezan a sonar. Las conversaciones son dicharacheras, amables, dulces y cortitas.
Esto empieza a ser una locura, hablo con alguien que me da sus datos para la aportación, a la vez oigo como suenan los otros teléfonos, a la vez oigo hablar a mi compañera que tengo en la mesa de al lado y, de vez en cuando, a la vez se oyen aplausos espontáneos de alguna aportación que se sale de “lo normal”.
Los donativos van desde un euro a mil o dos mil o más. Las voces del otro lado de la línea son desde niños hasta abuelos. La señora más mayor que atiendo yo, me cuenta que tiene noventa y seis años, el niño más pequeño no tendría más de diez.
La noche va transcurriendo en este ambiente tan emotivo y las llamadas llegan desde cualquier rincón de Cataluña, algunas llegan de pueblecitos que jamás oí nombrar. Esta es mi tierra y así es mi gente!
01,00h – El programa ha terminado pero los teléfonos siguen sonando. Me duele la oreja de tener pegado el teléfono a ella y empiezo a notar el cansancio. Mañana sonará el despertador prontito pero es que no me quiero marchar aun. La sala se vacía, el ruido va cesando y las luces se apagan, esto se acaba.
 
 
 
 
Hemos batido un nuevo record, más de diez millones de euros aportados a la lucha contra el cáncer. 
 
     


martes, 4 de diciembre de 2012

Mi Minena


Cuando era niña tenía una muñeca de trapo llamada Minena, con trenzas de lana amarilla, un vestido de cuadritos y zapatos negros pintados sobre sus propias piernitas.  

No recuerdo muy bien desde cuando está conmigo, desde siempre creo, las fotos de álbumes antiguos delatan su existencia. Ella es el único juguete que guardo con tanto mimo de la niñez. Minena fue compañera inseparable de aquellos años infantiles, testigo silenciosa de mi crecimiento y guardiana de un montón de sueños en construcción.

Hoy removiendo en el armario la he visto allí, al fondo de una estantería, y como por arte de magia he vuelto de un plumazo a mis cinco o seis o siete años, yo que sé a qué edad, pero he vuelto a la habitación soleada y alegre de antaño que me vio crecer, donde pasé tantas horas jugando en un mundo paralelo al mundo real, con una única misión: el placer de inventar.

Afuera, lejos de mi habitación y de Minena, existía un mundo difícil, un lugar que no alcanzaba a entender. Recuerdo la sensación de querer crecer deprisa porque parecía que la vida se me escapaba  en la espera interminable de no sé qué, de entender quizás, no lo sé. Pero la vida la sentía tan lejos, a una distancia inalcanzable.

Las inquietudes ocupaban todos los espacios de tal manera que los días caminaban reñidos entre mis dos mundos y las noches recogían momentos de todo tipo, donde mientras todos soñaban dormidos yo lo hacía bien despierta.

Hoy Minena duerme en un armario de mi casa y en un rinconcito de mi corazón, a veces creo que todavía le hablo y le cuento eso que a ratos le escondo al mundo.

Me gusta encontrarme de vez en cuando con ella en mi cuarto, me gusta que después de tantos años siga conmigo, en mi casa y entre mis cosas, en mi vida.

 

 

 

 

 

 

domingo, 2 de diciembre de 2012

Una entrevista, una aventura

Ninguno de los que nos encerramos en este estudio de radio hace unos días, éramos profesionales de los medios de comunicación, eso es obvio y de alguna manera ha quedado demostrado.
Todos nosotros, y digo todos nosotros porque me sentí una de ellos desde el primer instante que los conocí, pretendimos, únicamente, viajar a través de las ondas para entrar en un montón de hogares con la intención de informar sobre el cáncer y sus consecuencias, y también para dar difusión de lo que hasta el día de hoy se conoce de esta enfermedad.
 

                                                               Yo era la entrevistada y me invitaron a su debut radiofónico por mi libro Hablo de cáncer, hablo de vida. Encantada acepté la invitación casi sin saber quiénes eran y, por supuesto, sin imaginar el momento mágico que iba a vivir entre las cuatro paredes de esta radio local.
 
Nos citamos en un bar para hacer las presentaciones previas y allí conocí a los voluntarios de la Aecc de Ripollet, convertidos de repente en locutores de radio, dispuestos a dar lo mejor de sí mismos con una ilusión que no sabría describir bien.
Los nervios se apoderaron de todos nosotros cuando entramos en el estudio donde teníamos que hablar durante cuarenta y cinco minutos sobre cáncer. No sé en qué momento preciso hice mía también la responsabilidad de esta aventura. No tengo claro cuando dejé de sentirme la entrevistada para sentirme una más del grupo.
Quizás fueron las sonrisas de complicidad que intercambiábamos mientras sonaba la música que nos anunciaba, quizás fue el sentir que, igual que a mí, a ellos también les temblaba el pulso. Parecíamos adolescentes nerviosos ante un examen en el que se lo están jugando todo. No sé qué fue, pero desde control nos hicieron una señal, se encendió la luz roja que advierte del inicio de emisión y todos contuvimos por un instante la respiración. Estamos en el aire!!
El programa, de la mano de Albert Uribe, empieza. Ya no vale reír ni comentar por lo bajito, cada cual sabe su turno de palabra, la seriedad se apodera del momento y la rigidez está dibujada en nuestros cuerpos que apenas osan moverse, para no hacer ruido, para no despistar al que tiene el turno de palabra. Mientras tú hablas, yo apenas parpadearé!!
Nuestro descanso llega de la mano de la música, un tema de Serrat nos da un respiro que agradecemos, se apaga la luz roja momentáneamente y todos al unísono dejamos ir un suspiro que nos hace reír, nos relajamos, nos movemos, comentamos pero….. cuidado, la luz vuelve a encenderse, atentos, esto continúa.
Ahora ya improvisaremos… ha sobrado demasiado tiempo…. madre mía… si es que no somos profesionales… a ver qué hacemos ahora.
¿Cómo se calcula esto? Faltan muchos minutos y casi no tenemos ni qué decir, vuelve el nerviosismo a nuestro lado, vuelve la rigidez, hay que pensar deprisa. ¿Y si ponemos otra canción? Si, buena idea, más música.

Sigue la charrada un ratito y luego Bebe nos solucionará tres minutillos con el tema titulado Ella, canción importante para mí ya que mi hermana Pitu me la dedicó un día en plena enfermedad, que bonito oírla aquí ahora.
Pocos minutos y pocas palabras más tarde, llega el final del programa. Una breve despedida de Albert emplazando a todos los oyentes hasta la próxima emisión, la luz roja se apaga definitivamente y ya a micrófono cerrado surge un aplauso espontaneo entre nosotros.
Aplausos, risas, suspiros y sofocones varios definen lo que ha sido esta aventura radiofónica.
Gracias chicos, lo pasé de maravilla a vuestro lado. Sois maravillosos!!!
 
Hasta aquí la aventura de puertas adentro, pero si te apetece saber que tal quedó, éste es el enlace